Andrés Molina Muñoz
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Infancia
Don Andrés Molina Muñoz nació en Ogíjares (Granada) el día 15 de abril de 1909, en la todavía Calle Estanco, su padre Manuel se casó con Carmen, de la que tuvo cuatro hijos: Josefa, Carmen, Manuel y Encarnación. De su segundo matrimonio con otra señora llamada Carmen tuvo dos hijos más: Andrés y Santiago.
Familia toda muy creyente y fiel a la Iglesia Católica, observante y practicante de la moral y costumbres de dicha fe. Fruto de esta familia fue el citado Andrés; Carmen (su hermana) vivió como religiosa Carmelita descalza cuarenta y seis años en convento “La Granja de María Luisa” de Ogíjares.
Localización de la calle donde nació
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Vida en el Colegio
En los años de su niñez, Andrés fue llevado por sus padres, Manuel y Carmen, al colegio menor de los Padres Carmelitas Descalzos de Córdoba en donde quedó ingresado como alumno interno con intención de estudiar para sacerdote aunque todavía era niño.
Durante los tiempos que corrían, a los aspirantes a Carmelitas no se les concedían vacaciones entre familiares. Transcurrido un tiempo, el hermano de Andrés, Manuel, se trasladó a Córdoba y visitó a su hermano; ¡Sorpresa ingrata! Vio al estudiante alto, delgado, tan desmejorado, a causa de unas calenturas tifoideas y el desarrollo rápido. Este familiar, de vuelta a casa de su padre le describió el estado tan lastimoso y descuidado del niño Andrés. Pronto la familia decidió ir a Córdoba y traerse a casa al alumno. Fue a consecuencia de esta baja de salud, que Andrés en años posteriores de su vida le quedara como secuela un resentimiento de reúma que tuvo que curar y vigilar, incluso de sacerdote, sobre todo, a temporadas.
Ingreso en el Seminario
Pasado un tiempo y restablecida la salud de Andrés, y al mantener su ferviente deseo de estudiar para sacerdote sus padres lo llevaron al Seminario menor de la Plaza de Gracia de Granada, en donde fue ingresado. Ingreso que por su antecedente de estudiante a Carmelita o por no plena salud fue en calidad de estudiar sacerdote de “Patrimonio”.
Cura de patrimonio era un estudiante a sacerdote que se ordenaba no al servicio de la diócesis sino a título privado o a entidad, no ejerciendo de sacerdote en parroquia.
Así el padre de Andrés corrió con todos los gastos de internado y enseñanza académica de su hijo, gastos que en los años que transcurrían eran muy gravosos de afrontar. Cuentan familiares que el padre hubo de enajenar bienes y fincas para solventar tales gastos, ya que además tuvo que afrontar la dote de su hija, Carmen, ingresada en el convento de Carmelitas Descalzas.
En esta situación de estrechez económica el padre solía repetir de buen grado y humor: “Quien quiera ver su capital menguar, que meta las hijas a monjas y los hijos a estudiar”.
Pasaba los años y Andrés se acercaba al final de estudios y carrera. Era el año 1932. Por esta época había turbulencias sociales y políticas en nuestro país; los seminarios se veían con menos vocaciones, mucho abandonaban sus estudios por miedo a los tiempos tan inseguros y revueltos. Por los años finales de carrera fallece su padre.
El día 21 de mayo de 1932 don Andrés fue ordenado subdiácono, no a título de “patrimonio” sino al servicio de la diócesis de Granada. Tal vez, por haber menos vocaciones o al encontrarse Andrés huérfano de padre. Las autoridades de la diócesis aconsejaron recibirlo como cura al servicio de parroquias.
Celebración de la Primera Misa
El día 23 de junio de 1933, fue ordenado sacerdote en Granada. Su primera misa fue en Ogíjares; como es natural entre madre, familiares y demás conocidos, fue día inolvidable, que se rememoraría más y más en los tiempo en que don Andrés ya no viviera. En esta fecha todo eran felicitaciones, agradecimiento a Dios y bendición del cielo para la madre; todos llenos de felicidad compartida.
Párroco en Instinción
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En breves días don Andrés recibe su primer nombramiento de destino del Arzobispado de Granada para ir a la parroquia de Instinción; él con santa impaciencia, reúne sus cosas: cama, colchón, mesa y dos sillas, nada más. Alquiló un carro de bueyes de un señor de Armilla para transportarla a Instinción; ocho días en ida y vuelta para hacer el porte; por carreteras y caminos de montaña.
Instinción, un pueblo de la provincia de Almería, por lo eclesiástico pertenecía a la diócesis de Granada, arciprestazgo de Canjáyar. Se halla en pleno valle Andarax, a unos 25 kilómetros de Almería, al borde la carretera que sube a la Alpujarra almeriense; pueblo blanco, apiñadas sus casas situadas entre la ladera del río Andarax al pie de la sierra de Gádor. Extenso valle verde muy fértil. En este valle se encuentran unos 22 pueblos hasta subir al puerto de la Rágua para salir a Guadix. Actualmente Instinción cuenta con unos 600 habitantes. Por entonces eran algo más de 2000, dedicados al cultivo de la uva de mesa en forma de parrales; naranjos, limones, hortalizas, verduras. Hoy se ha transformado en cítricos, frutales, hortalizas, invernaderos y algo de turismo.
Su Iglesia del siglo XVI está deteriorada por la erosión de los años. En esta parroquia y por julio del 36 se hallaba don Andrés ejerciendo su sacerdocio desde hacía ya tres años a la edad de 27.
Último Encuentro con su Madre
Por estas fechas, julio de 1936, viaja a Ogíjares a ver a su madre, con ella pasó las fiestas de la Virgen del Carmen. El mismo día Andrés decide marchar a Instinción con el fin de decir misa el domingo siguiente. Eran tiempos muy revueltos políticamente. Nada aconsejaba viajar, todo era terror y miedo. Cuando advertían a don Andrés no viajar tan lejos, a otra provincia sin saber que iba a suceder, él decía: “no puedo dejar de cumplir mi obligación de decir misa a mis feligreses el domingo; debo estar junto a ellos para lo que sea, no tengo miedo a nada, mi destino y mi obligación es estar allí.”
La despedida presagiaba ser el final. Así parecía y así sucedió. Un familiar conocido le acompañó llevándolo en caballería a coger la Alsina en Armilla. Este familiar le insistía: “Andrés, no te vayas, mira que se oyen muy malas noticias por la costa”; don Andrés no escuchaba, sus oídos estaban taponados por el deber y la obligación, que sentía su firme conciencia y celo pastoral. Su destino providencial ya estaba tejiéndose sobre su vida.
Retención Vigilada de don Andrés
En julio la autoridad del comité local de la revolución de Almería, retuvo a don Andrés en calidad de vigilado, quitándole la llave de la Iglesia, prohibiendo hacer culto en ella; aunque le permitían estar en casa y salir en privado y hacer algunas visitas a feligreses conocidos. Era vigilado por unos jóvenes, por turnos. Esta situación duró dos meses; durante este tiempo mucha gente le aconsejaba que se marchara del pueblo, ya que gozaba de algo de libertad; varios vecinos le ofrecieron sus caballerías para conducirlo y acercarlo por Ugíjar a Órgiva. Pero don Andrés a esta propuesta siempre respondía lo mismo: “no abandonaré la parroquia, rebaño a mí confiado, aunque me maten; además, aquí estoy querido por el pueblo, estoy seguro”. Tal vez él sabía que otros compañeros no gozaban de la situación que él tenía; durante dos meses, entraban y salía persona a su casa para ofrecerle alimentos y compañía.
Prisión Severa
Por septiembre, una persona de Instinción bajó a Almería ante el jefe del comité provincial de la revolución para denunciar la situación prolongada de los sacerdotes de Instinción: don Andrés y don Antonio Sierra Leiva, sacerdote muy mayor que atendía a un convento-colegio de monjas de la Divina Infantita que había por entonces en el pueblo.
Acto seguido, sube una autoridad enemiga de la iglesia y de la fe cristiana y comunica a los sacerdotes que ya no puede prolongarse más la situación en que viven “de retención vigilada”, los llevan presos al ayuntamiento del pueblo.
Últimos Días de Vida
Por los días 14 al 16 de septiembre proponen a don Andrés que si quiere salvar la vida y no morir tiene que renunciar a ser sacerdote, no ejercer pastoral eclesiástica alguna y aceptar contraer matrimonio civil con alguna feligresa de allí (según rumores una tendera que allí había al caso). También le propusieron darle “acta de casamiento” y que aceptara dar clase en una escuela del pueblo que por entonces estaba suspendida.
Don Andrés durante tres días siempre negó aceptar esta propuesta para salvar la vida. Argumentaba siempre “yo no reniego de fe en Jesucristo. No dejaré nunca mi sacerdocio. No reniego del celibato para contraer matrimonio”.
Estas razones las refleja clara y nítidamente en la carta de despedida que envió en secreto (a través de la maestra) a su madre Carmen que vivía en Ogíjares:
“Instinción, 16 de septiembre de 1936
¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús!
Muy queridísima madre y hermanos: estas letras quiero que sean de despedida, que espero les entregará mi muy amigo y estimado don Luis, para que se consuele lo mismo usted que mis hermanos y toda la familia. Termina de decirme esta pobre gente que compadezco y perdono de todo corazón, que si quiero librar mi vida, tengo que casarme y si no lo hago, me matan, y yo pensando no en esta vida, sino en la otra, que es la verdadera vida, les he contestado que prefiero que me maten antes de renegar de nuestra santa religión, y espero en Nuestro Señor Jesucristo y en Nuestra Madre la Santísima Virgen que me darán fuerzas para dar la vida por Dios, lo mismo que lo han hecho ya otros compañeros y lo hicieron innumerables mártires. Madre muy querida y hermanos muy amados, no tengáis pena porque me hayan matado; al contrario, dad muchas gracias a Dios Nuestro Señor, porque me ha elegido para ser mártir, y desde el cielo pediré por todos vosotros y por todos los de la familia, y así aquí, en la presente vida, no he tenido la dicha de abrazaros, en el cielo espero para daros el abrazo eterno y reinar y gozar eternamente con Nuestro Señor, la Santísima Virgen y demás Santos escogidos.
Madre queridísima, no tengáis pena, le repito; al contrario, debe estar usted muy orgullosa, porque es usted madre de un mártir; y a vosotros, hermanos, digo lo mismo: sois hermanos de un mártir, que desde el cielo vela por vosotros y todos mis queridísimos sobrinos.
Para terminar quiero daros algunos consejos: sed siempre muy buenos católicos; amad cada día con un amor más grande a Nuestro Señor y a Nuestra Madre la Santísima Virgen, y si algún estuvierais en el trance en el que me encuentro yo, renegar de Dios o dar la vida, dad la vida mil veces, los sufrimientos pasarán y el premio será eterno.
Adiós madre mía; un abrazo te envía y lo mismo a Santiago, y a todos mis hermanos y a toda mi familia. Que así sea y que pronto nos veamos en el cielo.
Su hijo y hermano, Andrés Molina.”
Muerte de don Andrés
Era el 19 de septiembre de 1936; tras un plazo de reflexión sigue firme en su fe religiosa, profundamente convencido, insiste y confiesa su fe ante algunas personas venidas del comité local de Almería. En la mañana temprano, él y otras personas de pueblos cercanos fueron conducidos en un vehículo carrera abajo hacia Almería; viendo ya acercarse su fin, don Andrés dijo a los tres hombres del pelotón de ejecución: “si nos vais a matar dejadnos ir solos, desapareceremos sin cargos contra vosotros, os pido que no carguéis con ninguna muerte, pensad bien lo que vais a hacer, que es un crimen muy grande, Dios nos ve; toda la vida estaréis cargando con este pecado, no viviréis tranquilos ni felices en ninguna parte. Estos días pasaran pronto y el peso de los crímenes no os dejara vivir; yo no os guardo rencor, os perdono de todo corazón”.
Uno del pelotón echo mano al brazo de don Andrés quitándole el reloj: “esto no te va a hacer falta más”. Andrés se lo entregó libremente.
A poco, la camioneta llegó al fatal sitio. Era el cruce de la carretera hacía Illar. Bajados y arrodillados cara al tajo le ordenan que se preparen a morir. Unos momentos para rezar y encomendar su alma a Dios; Andrés con voz sonora volvió a perdonarles de corazón “que Dios os perdone. Ya sabéis que yo os perdono”.
Tres hombres armados por detrás en línea, a una señal, abatieron a estos mártires de la fe cristiana. Era por la mañana cuando la Alsina del pueblo con viajeros pasaba junto a los cadáveres ya tendidos en el suelo; todos estremecidos vieron el espectáculo de cadáveres. Después hicieron una fosa común arrojando los cadáveres sin vida. Rociados con gasolina los quemaron tapándolos con tierra.
Este relato está tomado del acta judicial que el comandante del puesto tomó a los criminales a los pocos meses, una vez liberada la zona, declaración que ellos mismos confesaron fielmente admirando la entereza con la que vieron morir perdonando a don Andrés.
Sepultura Cristiana de los Restos
Por los años 40 una vez repuesto el párroco en Instinción el cadáver de don Andrés fue trasladado de nuevo a una sepultura dentro de la iglesia parroquial, donde le ofrecieron un solemne funeral con acompañamiento de toda clase de autoridades, feligreses y compañeros de la zona.
Andrés Descansa en su Pueblo Natal, Ogíjares
El día 25 de junio de 1953 se hizo el traslado de los restos de don Andrés a la iglesia de Ogíjares, Iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza donde él fue bautizado. Con asistencia de las autoridades eclesiástica de la diócesis de Granada y muchos compañeros que vivían. Le ofrecieron un homenaje de veneración y un funeral quedando sus restos sepultados en la iglesia.
Localización de la Iglesia
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Iglesia de Nuestra Sra de la cabeza |
Comienza el Proceso de Beatificación
Actualmente existe un proceso de canonización en la diócesis de Granada, que anteriormente se estaba instruyendo en el obispado de Almería, para que se lleve a cabo en esta. A tal efecto, han sido nombrados instructores de la causa: don Santiago Hoces y don Ramón Rodríguez, quienes se encargan de incoar expediente de canonización y enviarlo a Roma a tal fin.
Referencias
Este artículo ha sido posible gracias a la información suministrada por Don Amador García Molina, sobrino del fallecido.
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