Antonio Aróstegui Megías

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Antonio Aróstegui

RESUMEN

Nace en Ogíjares, Granada, en 1922.

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, tomó parte activa en el movimiento cultural granadino de los años 50. Intervino en congresos internacionales y extranjeros, contribuyó a la fundación de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto del Instituto Cultural Andaluz, Instituto Estudios Ceutíes y de la Sociedad Española de Profesores de Filosofía.


Entre sus numerosos libros cabe destacar:

- “El arte abstracto, filosofía occidental”.

- “Persona, sexo y sociedad”.

- “La lucha filosófica y curso de concienciación filosófica”.





INFANCIA

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Nació un 23 de septiembre de 1922 en un pueblo de la provincia de Granada, Ogíjares, situado a unos 5 kilómetros escasos de la capital, dirección sur y unido entonces por un camino polvoriento enlodado y hasta congelado, según fuera el tiempo.

Tenía unos dos mil habitantes distribuidos en dos barrios, cuyas plazas principales, cada una con su iglesia y su torre, distaban entre sí, aproximadamente medio kilómetro: el Lugar Alto (entendido el término “lugar” en su acepción de población pequeña) y el Lugar Bajo. En otros tiempos, estos lugares fueron llamados: Uxixar Alta y Uxixar Baxa; los Uxixares y Ogíjares al fin, que es como se llama actualmente.


Como tantos Ogijareños, él vino a ser una síntesis de ambos lugares. Su madre, del Bajo; su padre, del Alto. En este último, la familia de Antonio Aróstegui fijó la residencia, una casa de Calle Alta, que sube de Plaza Alta y hace esquina con la Callejuela, actualmente llamada Calle La Estrella.

Calle Alta
Vídeo de la calle donde nació Antonio













Su casa era bastante grande, con patio interior, protegido por un toldo donde recordaba a su madre sentada en una silla baja cosiendo; y un corral grande, con un pequeño montículo lateral sobre,en el que se alzaban los restos de un murallón, al parecer árabe. También un huerto con un almez, un cerezo donde anidaban jilgueros, una higuera, un caqui y dos membrillos.


Antonio Aróstegui recordaba la “miga”, especie de parvulario que en diccionarios antiguos figura como “amiga”-“maestra de escuela de niñas y también la misma escuela”-. Siituada esta escuela calle arriba de su casa, ya a las afueras del pueblo, donde acudían los “enanos” de ambos sexos (nombre puesto a los más pequeños por el propio Antonio) con sillitas de anea si no querían sentarse en el suelo.


A eso se reducía, allí y entonces, el pequeño mundo de Antonio, según contado por él: a la “miga”, a su casa, a su ámbito familiar que giraba en torno a sus abuelos.


Cantillana

En 1926 emigró con sus padres a Cantillana pueblo de la provincia de Sevilla. Con el cambio perdió el escenario de sus primeros correteos. En Cantillana reconstruyó su mundo, parte de cuyos cimientos echados entonces sostuvieron su edificio intelectual y afectivo.



En Cantillana su padre trabajaba en un cortijo, a bastante distancia del pueblo, a la otra orilla del Guadalquivir. Su padre no tenía vocación cortijera, ni quería esa vida para su familia, no la consideraba adecuada para su madre; educada en las Monjas del Moscoso, convento que hay en el término municipal de Ogíjares y mucho menos para su hijo, pues equivalía privarlo de la escuela.

En Cantillana a los 7 años hizo la comunión el 10 de abril de 1930.

Antonio Aróstegui (comunión).jpg


El Retorno

Andaba él, ya integrado en Cantillana cuando sus padres decidieron volver a Ogíjares. A él le extraño la actitud y silencio de sus padres, intuía que algo pasaba, mas cuando la familia estaba a punto de aumentar. El 24 de julio de 1931 su madre dió a luz gemelas en la Clínica Santa Isabel de Hungría de Sevilla y desde allí fue testigo de un espectáculo que le pareció intranquilizante: camiones atestados de gente tremolando banderas rojas y vociferando puño en alto con actitud que le parecía amenazadora; no había cumplido los 9 años cuando preguntó a su padre qué era aquello, contestándole que era una manera de saludar. Para no inquietarle no quiso decirle, lo que su padre ya sabía, que aquello solo era el repunte de un entramado que acabaría por echarlos de Cantillana.

Clinica St Isabel de Hungria

Visto lo que vivió en la guerra civil sin haber cumplido los 14 años, se incorporó a requeté (soldado raso, que es como se llamaba entonces); fue con su padre al cuartel instalado en el Seminario de San Cecilio, admitido para prestar servicio de retaguardia, dándole uniforme y armamento: mono, caqui, boina roja, cartuchera de lona con unos pocos cargadores y un mosquetón cuyo manejo no tardó en dominar.

Así pertrechado prestó servicios de guardia y protección de camiones de avituallamiento. Cuando se enteró su padre, que ante la inminencia de un fuerte ataque rojo, todas las fuerzas de retaguardia iban a incorporarse al frente, lo reclamó como menor de edad y ahí acabo su participación en la guerra civil. No lo hizo por ideales religiosos o políticos sino por puro instinto de conservación.


Estában rodeados completamente por los rojos y tenían bien claro que si entraban en Granada, los matarían a su padre y a él, solo por ser de derechas y católicos practicantes; como mataron en Huécija a su paisano Andrés Molina Muñoz, por el solo hecho de ser cura y como mataron en Alhama de Granada a su compañero de estudios José Gómez Díaz por el solo hecho de pertenecer a las juventudes de acción católica.

Huécija
Alhama de Granada


AÑOS DE BACHILLERATO

Antonio Aróstegui (instituto).jpg





En el internado Padre Manjón de la Cuesta del Chapiz, Granada; hizo 2º de Bachillerato, coincidiendo con José Gómez Díaz.




Situación Instituto Padre Manjón



La Escuela del Pueblo

El examen de ingreso y el primer curso de Bachillerato lo preparó en el pueblo con “Don Isidro Pérez Burgos”, único maestro de la única escuela. Estaba situada en la calle de Lugar Bajo que hay frente al puente que daba acceso a Plaza Baja, un edificio oficialmente aprovechado al máximo: Tenía dos plantas y dos amplias habitaciones en cada una de ellas. Abajo a la izquierda el juzgado municipal, a la derecha la cárcel y un pequeño retrete con salida a un pozo ciego, pues entonces no había alcantarillado. Arriba a la izquierda, el ayuntamiento, a la derecha la escuela de niños.


Plaza Baja


Don Isidro era un maestro a la antigua usanza, tan denostados hoy por la pedagogía, esos que desde niños y por vía de hecho, nos imbuían que en sociedad “el que la hace, la paga”. Mantenía la disciplina en clase con el auxilio de la palmeta sin que nos viéramos traumatizados por eso. Cuando alguno se desmandaba, lo llamaba el maestro a su mesa y todos sabíamos para que. Tenía que presentar las palmas hacia arriba, ambas manos y sobre ellas descargaba uno o varios palmetazos. Terminada la ejecución volvía a su pupitre más o menos compungido a sabiendas que se había ganado la rechifla o la admiración del resto de los compañeros. Todo ello, sin dejar en nosotros el más mínimo rastro de animosidad hacia Don Isidro.


En aquel entonces, los niños, incluido Antonio, llegaban a la escuela ligeros de “equipaje” como decía Antonio Machado, solo con uno de los tres grados de la enciclopedia, el correspondiente al nivel educativo de cada cual; una libreta, goma de borrar y lápiz, una pizarra, un pizarrín para escribir en ella y un trapo para borrar lo escrito. El palillero, la pluma y la tinta para copiar páginas de caligrafía corrían a cargo de las arcas municipales.


Al Instituto, Ida y Vuelta

De su casa al instituto había un trecho que él recorría diariamente en dos etapas: La primera, en bicicleta, desde su casa en el pueblo a la casa de su tío, donde dejaba el vehículo, y la segunda, andando desde allí al instituto. Como aún no se había abierto la Calle Ángel Ganivet de Granada, tenía que seguir por el Campillo Bajo, Campillo Alto, Acera del Casino, Puerta Real, Reyes Católicos y Gran Vía. A la altura del Coliseo Olimpia, el cual actualmente no existe, siempre se encontraba el mismo vendedor ambulante con el mismo pregón: ”¡Bellotas dulces como almendras! ¡Cortan la diarrea bárbaramente!”


Al final de Gran Vía, el impresionante palacete construido expresamente para albergar el instituto general y técnico, después llamado Instituto Padre Suarez”. Total, más de 6 km a la ida y otros tantos a la vuelta.

El único autobús que en aquel entonces hacia el servicio por la mañana, presentaba dos inconvenientes: era muy caro y llegaba tarde para incorporarse a la faena, por eso tenía que ir en bicicleta lloviera o tronara, se asara de calor o se congelara.

Sólo encontraba cierto alivio al llegar donde se habían instalado los espadadores como cada día mientras duraba la faena, allí se encontraban ellos, limpiando el lino a fuerza de golpearlo con la espaldilla sobre los caballetes. Lo bueno de ese trabajo era el residuo que soltaba: tamo y agramizas que arde como la yesca. Ahí se paraba a calentarse un poco.


En verano, cuando la carretera se empinaba, en la Casa Moharra (situada en Carretera Granada-Dílar), se cansaba y todo ello a golpe de pedal. Para aliviar sus pesares a veces sucedía que la divina providencia, según él, le mandaba el carro de los Gasparicos, dos hermanos también del Lugar Alto (Ogíjares), bajaban todos los días a Granada a recoger basura. Solían volver a medio día al mismo tiempo que él, poniendose muy contento al encontrarlos; él aceleraba hasta llegar a su altura, se agarraba a uno de los barrales y dejaba de pedalear. La pobre mula hacia el trabajo por él, a veces cuando el cansancio se unía al calor les pedía que pararan. Les alargaba la bicicleta, trepaba él a lo alto del carro y allí charlaba amigablemente con ellos hasta llegar a su casa.



EL MONTE

Este nombre es debido a su ubicación, en Ceuta, un monte pelado, llamando a esta obra material no escrita, así, porque partió de cero; la cual, con el tiempo adquirió una cierta envergadura.

Fachada principal de la finca "El Monte"


Este lugar, en plena naturaleza, tenía una casita que compró con un préstamo de la Mutualidad de Catedráticos de Instituto. Se encontraba en la primera curva de la subida a García Aldave desde playa Benítez, Ceuta; llamada hoy, Carretera del Embalse, 10. En aquel entonces un camino polvoriento, sin asfaltar ni urbanizar, ni alcantarillado, ni alumbrado público, donde no llegaba la recogida de basura. 1000 metros cuadrados, de monte virgen, sin un arbusto, salvaje; tan agreste que descubrió en superficie un asentamiento paleolítico, varias piezas de cuarcita talladas, algunas de la cuales donó al Museo Arqueológico Local.



Tuvo que hacer de todo para acomodarlo a las necesidades familiares. Realizó el Proyecto de ampliación del edificio, trazó senderos, distribuyó una zona ajardinada, reforzó los desniveles, ubicó un porche, un aparcamiento, un mirador, una glorieta, un pilar, una fuente y un columpio para niños. Aquello no le pareció vivir en la naturaleza, sino una lucha a brazo partido con ella. Pues así de bravo e indómito era el monte, tierra arcillosa impenetrable al azadón.

Solo ante la fuerza incontenible de un pico llegó a entregarse, dando ciento por uno. Plantó una palmera y salieron muchas, como si fueran hongos. En el monte siguen tres eucaliptos que plantó con sus propias manos, igual que un celindo y una buganvilla, abetos y cipreses; nísperos, membrillos, parras, romero, madre selva y adelfas, muchos geranios y rosales.


Este fue el resultado que octubo de la lucha contra la naturaleza, esa fue la respuesta agradecida del monte a sus cuidados y desvelos, la de convertir su natural agreste en un vergel.


Situación de la finca "El Monte"


HOMENAJE

El ayuntamiento de Ogíjares rindió un homenaje tras su reciente fallecimiento a este autentico librepensador, amante de la cultura en todas sus facetas. Lo hizo otorgando a Arostegui a título póstumo el mérito de hijo predilecto del pequeño municipio que lo viera nacer hace 87 años.

Placa Homenaje


Antonio Arostegui Megías es un exponente cultural, contra los crímenes y la injusticia del régimen franquista, nos acerca la radiografía de su producción filosófica y literaria, que mas despunta. Esta obra, en la que no resulta complicado seguir el rastro al influjo de grandes intelectuales coetáneos a su persona, como Antonio Buero Vallejo, Eduardo Maldonado, Martín Recuerda y el propio José Luis López Aranguren, entre otros. Y es que hablar de la figura de Antonio Arostegui (Ogíjares 1922-2009 Ceuta). Supone penetrar en la huella dejada por muchos intelectuales, cuyo pensamiento logró a mediados del siglo pasado potenciar la resurrección de las letras españolas, tras el desastre de la guerra civil.


Vídeo homenaje de Ogíjares

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REFERENCIAS

Datos bio-bibliográficos sacados de la “Gran Enciclopedia de Andalucía” y de “Hombres y Documentos de la Filosofía Española” de Gonzalo Díaz y Díaz (CSIC, Madrid, 1980).

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