Sublevación de los Moriscos de 1568

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Como he dicho anteriormente Cádiar había sido habitada por Tartessos, los íberos, los cartagineses, los romanos, los visigodos y en un periodo más largo los árabes.

Los musulmanes practicaban un riego eventual, aprovechando las aguas sobrantes de la primavera, pudiendo cada vecino labrar donde podía y hallaba vacío, incluso practicando nuevas roturaciones. Era esta una forma arcaica de explotación colectiva que daba unidad geográfica a la comarca, favoreciendo asimismo la común unión. Se mantuvo hasta la rebelión morisca. La rebelión de las Alpujarras (1568 a 1571) se produjo bajo el reinado de Felipe II como respuesta a un edicto concebido en 1566 (conocido como la Pragmática) que limitaba las libertades religiosas de la población morisca. En 1567 Pedro de Deza, presidente de la Audiencia de Granada, proclamó el edicto y comenzó a hacerlo cumplir.

Tras un año de infructuosas negociaciones, la población morisca granadina decidió levantarse en armas en 1568. No recibieron mucho apoyo en la capital, pero la rebelión se extendió rápidamente por las Alpujarras. El líder del levantamiento morisco era Fernando de Córdoba y Válor, descendiente del Califa de Córdoba, que volvió a su nombre árabe de Aben Humeya y fue proclamado rey en un olivo cerca de Narila. Un año más tarde fue asesinado, ocupando el puesto de rey su primo Aben Aboo. La rebelión fue apoyada militar y económicamente desde Argelia. De 4.000 insurgentes que había en 1569 se pasó a 25.000 en 1570 (incluyendo bereberes y turcos que la apoyaban con el objetivo de debilitar a Felipe II).


Dentro del periodo morisco hay varios momentos destacables: el más importante es la Guerra de Granada, que va a poner fin a la presencia musulmana en la península.

Lo más importante es que los habitantes, ahora moriscos, permanecían libres y en posesión de sus propiedades y haciendas; podían seguir viviendo en sus casas sin que los cristinos les pudieran echar de ellas. Respetaron sus jueces y sus leyes, mezquitas y rábitas, etc., no obligándoles a convertirse al cristianismo ni a tener que llevar en la ropa distintivos que les reconocieran. Los cristianos no podían entrar en sus casas ni mezquitas ni obligarles a trabajar sin pagarles su justo salario. Podrían vender sus tierras libremente y marcharse a África, o volver los que se fueron. Tampoco pagarían más tributos que el resto de la población.

Con estas capitulaciones los Reyes no pretendían sino el control y defensa de una zona en directo contacto con los núcleos levantiscos de las Alpujarras. Pero los cristianos tardaron poco en no respetar lo estipulado, causa suficiente para que muchos musulmanes se sublevaran y muchos se marcharan en ayuda de Boabdil, cruzando por las Alpujarras. De esta manera perdieron su derecho a conservar la residencia.

Con esta etapa se entra en lo que se entiende por el señorío morisco, que abarca desde su formación en “1490 hasta 1568”, fecha de la rebelión de la población morisca.

Este período ha sido considerado económicamente como el de mayor florecimiento de la zona, gracias a los intensos cultivos agrícolas que desarrolló, así como a la producción de seda, lino y frutas, sin olvidar una gran producción de trigo; la mayoría de los cultivos en terreno de regadío, aunque con un acentuado minifundismo. Sin embargo, esta abundancia económica no siempre fue disfrutada por la población morisca, pues el sistema semifeudalizante con una fuerte presión fiscal, aboca a los moriscos al bandolerismo, a huidas masivas, o a pleitos contra los señores gobernantes.

A todo este tipo de presiones fiscales hay que unir, por el lado social, la famosa Pragmática de Felipe II de 1566 en la que se prohíben fuertemente los usos, costumbres, fiestas, vestidos, lenguas, nombres, distintivos, etc., de la población morisca; y en lo económico un grave descenso en la producción de seda: los paños que se elaboraban en Granada y que posteriormente se vendían a Flandes, Italia y las Indias, se abastecían sobre todo de seda de las Alpujarras.

En este clima socio-económico un levantamiento de la población morisca no se hizo esperar, teniendo lugar en 1568. Al frente de la rebelión estaba el elegido rey Fernando de Válor o Aben Humeya anteriormente citado, Fue una guerra que comenzó con incursiones y emboscadas pues sorprendió a Felipe II con la mayoría de sus tercios en los Países Bajos. Ante el peligro de extensión de la revuelta, en 1570 Juan de Austria lideró un ejército regular traído de Italia y España oriental para sustituir a la milicia andaluza, el cual acabó con la revuelta en 1571, utilizando el sistema de tierra calcinada: tala de árboles, quema de mieses destrucción de molinos, etc., para evitar que los moriscos se re avituallaran. A los moriscos sublevados se les confiscaron sus bienes y se les expulsó del reino; al resto se les expropió todo. Los últimos rebeldes fueron asediados en sus cuevas, en una de las cuales (la de Bérchules), Aben Aboo murió apuñalado por sus seguidores.

Al quedar despoblada esta zona se tuvo que repoblar, fue una difícil tarea ya que las tierras estaban totalmente abandonadas, en estado lamentable y así lo imponían razones de orden militar y económico. A pesar de que a los nuevos pobladores se les ofrecían casas en propiedad, tierras a censo, árboles, etc., algunos vinieron a la fuerza, para cumplir una especie de condena.

A pesar de que los repobladores tenían de cumplir el requisito de ser de fuera del Reino de Granada, lo cierto es que la mayoría de los vecinos que recalaron en estas tierras procedieron de las hoy provincias de Jaén y Córdoba, como demuestran los Libros de Apeos de cada villa. Hay apellidos en toda la comarca y en el municipio de Cádiar que hacen referencia a su pueblo de procedencia: como Cazorla, Jódar, Martos, Vílchez, Quesada, Baena, Beas, Torres, Molina, etc. También los patrones de las villas. Esto no excluye que también viniera algunas gentes de lugares de Castilla, aunque estas, gentes serían una minoría ya que en esos tiempos el medio de transporte eran los carruajes tirados por animales, y esto hacía que el viaje durase semanas, un difícil viaje teniendo en cuenta que no existían las facilidades de hoy, a todo esto también habría que añadirle la existencia de bandoleros en las sierras, sobre todo en sierra Morena paso obligatorio hasta la llegada a Cádiar y al resto de la Alpujarras. Ese peligro causaba que la gente Castellana se pensara más de una vez dejar su tierra, para adentrarse en una odisea que no sabía ciertamente que final se iban a encontrar.

Aportado por Francisco Emilio Molina Rodríguez.

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