Historia de Ugíjar

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Ugíjar fue el marco donde se desarrollaron importantes acontecimientos históricos, que definieron la España que hoy conocemos.

La expulsión de los moros de Granada, su asentamiento en la Alpujarra según lo firmado en las Capitulaciones de Santa Fé, el incumplimiento de los acuerdos pactados por los Reyes Católicos, con la persecución de sus costumbres y tradiciones, que culminaría, con el exterminio en las costas de Adra de los habitantes de esta comarca, por las tropas capitaneadas por Juan de Austria.

La Rebelión Mozárabe

Fuertes debieron ser las presiones y pesada la carga impuesta, cuando el pueblo mozárabe se decantó por la traumática decisión de la rebeldía: levantándose en armas contra el emirato de Córdoba; enarbolando banderas de sedición a las ordenes de un mítico caudillo, valiente, arrojado, audaz y carismático: Omar ben Hafsun.

Este malagueño, jefe de los españoles rebeldes del sudeste, descendía de un hispanorromano: el conde Adifunsu o Arias. Nació en Turruchilla cerca del castillo de Antar, situado en la falda del monte de Bobastro con el que Vallvé Bermejo identifica el hoy llamado Corral de Encina o «El Postuero», situado al norte de Riogordo, en la sierra del Rey, muy cerca del actual cortijo de Anta, provincia de Málaga.

Repárese entre los términos Turrichilla (cuna de Omar Ben Hafsun) y Turrillas (despoblado cerca de Ugíjar, hoy cortijo). Ambos vocablos pertenecen al léxico mozárabe.

La rebelión alcanzó importancia tan inusitada que puso en jaque al emir de Córdoba Muhammad I; al emir Al-Mundir; al emir Abd Alláh y al califa Abd al-Rahman III.

Tres emires, un califa, y el propio príncipe en persona derrotados son un balance demasiado costoso para enjuiciar los hechos -algunos historiadores lo han hecho- como un simple caso de bandolerismo.

El cronista árabe lbn Idari nos ha conservado en su Bayan la relación de una de las campañas que el príncipe Abán y el General In Abda dirigieron contra el foco de la rebelión de Omar lbn Hafsun, la pone en la primavera del 910 y dice:

«Marcharon en seguida contra los castillos de Elvira y establecieron su campo al pie de Jubiles, donde se libró un sangriento combate, en el que fueron heridos una parte de sus mejores guerreros [...] recorrieron el cantón de Jaén y sitiaron el castillo de Monteleón el miércoles ocho de Agosto, durante algunos días. Entraron en él, el veintiuno de Agosto, salieron el día siguiente y llegaron a Córdoba el 25 de este mes».

Por si quedase alguna duda del carácter religioso de la rebelión mozárabe, en el año 899 lbn Hafsun proclama su retorno a la fé de sus mayores. Se bautiza y toma el nombre de Samuel. Pero el brillo de la estrella de lbn Hafsun se acercaba al eclipse, y mucho tuvo que ver en este crepúsculo la personalidad arrolladora, del más glorioso, sabio y poderoso de los califas: el príncipe Abd-al-Rahman El mismo que tomó la decisión más significativa de su carrera política, adoptar los títulos supremos de: Jalifa/Califa y Amir Al Muminin/Príncipe de los creyentes. Añade a su nombre los cargos «Lagab» o sobrenombre honorífico de: An-Nasir-Li-Dini-Llah/El que combate victoriosamente por la religión de Dios.

Y resuelto, como estaba, a terminar con cualquier conato de rebeldía y más aún de signo religioso, emprendió una sangrienta campaña contra los mozárabes. Repasemos las crónicas:

«Ocupada Fiñana, Al Nasir - cuenta Ibn Hayyan- se puso en marcha enseguida dirigiéndose a los baluartes de la región de las ásperas montañas de Basira (también Busayra/Alpujarra), penetrando con su ejército en Sierra Nevada en la época en que es intransitable. Se lanzó con la gente y Dios le facilitó las cosas, haciéndole llegar a donde quería, de modo que conquistó las fortalezas de detrás y asoló la comarca, no quedando en ella lugar que resistieras. «El emir prosiguió sin descanso -continúa contando lbn Idari- sometiendo los lugares fortificados de la región y llegó al Castillo de Jubiles, que era uno de los mejor fortificados de Ben Hafsun, de los más inaccesibles y de los mejor situados. Se habían retirado a él los cristianos, que habían podido escapar de las otras plazas. El miércoles 25 de mayo instaló su campo bajo los muros de la plaza, después cortó los árboles de los alrededores, razzió los campos y destruyó los víveres que podían servir a los sitiados. Éstos, al cabo de quince días de ataque, hicieron oferta de sumisión y volviendo a sus mejores sentimientos se comprometieron a entregar a los partidarios de Ben Hafsun que estaban dentro de los muros. El emir aceptó estas condiciones, le enviaron todos los cristianos que había en la plaza y les hizo cortar el cuello sin excepción y sin ningún proceso».

También es lbn Hayyan quien fecha los hechos: catorce noches de Sawwal, 25 de mayo del 913 y da el numerode cristianos, 55, y los nombres de sus dos jefes: Rubiel e Hilal al-Tanyi.

El poder mozárabe había llegado a su fin. El rigor militarista de Abd-al-Rahman fue continuado con más ardor, si cabe, por sucesivas oleadas de invasiones: Almorávides, Almohades y Benimerines. Soldados ascetas forjados en la penitencia del desierto y guiados por el señuelo del paraíso prometido por Alá.

A medida que avanzaba la reconquista, la «Guerra Santa» cobraba mayor ímpetu entre los musulmanes y sucesivos nubarrones fueron ocultando el brillo de la cultura mozárabe de antaño.

Se estará preguntando ¿y todo esto qué tiene que ver con Ugíjar?.

Se carece de datos de época tan remota, pero los acontecimientos históricos que se relatan son tan cercanos (Jubiles, Berja, Guadix, Granada) que el impacto provocado en nuestro pueblo tuvo que ser, necesariamente, intenso. Y al vernos involucrados en los hechos relatados, nuestro pasado sería muy similar a lo narrado.

El siguiente testimonio documental confirma los expuesto anteriormente:

«Entre estos mozárabes apasionadamente fieles a su fé se distinguían los alpujarreños. El moro Razi dice de ellos, que mucho tiempo después de haber conquistado los alábares, en España se defendieron los cristianos en la aspereza de aquella sierra».

La Rebelión de Ibn Hud

Quizás pocos alpujarreños recuerden, que las tierras de Ugíjar que un día recibió de los Reyes Católicos el título de Ciudad, fueron cuna de un reino, y protagonistas de la Historia de Al-Andalus durante la Edad Media, y por consiguiente, de toda España.

Historiadores como: Pí y Margall, Lafuente Alcántara y Seco de Lucena coinciden en señalar el lugar de Escariante como el emplazamiento de un castillo desde el cual inició su sublevación contra el poder almohade lbn Hud en el año 1227. Los cronistas musulmanes denominan al lugar: al-Sujayrab, al-Sujayrat, Assajury al-Duhayrat, que de todos estos modos lo llaman. Y el apelativo, al-Sujur "Los Peñascales", encaja perfectamente con las características del paraje, quienes lo conocen, bien pueden testimoniarlo.

Después de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), aprovechando la debilidad del poder árabe, surgen rebeliones nacionalistas y pequeños estados independientes, Las Terceras Taifas, entre ellas las dos más importantes tienen como escenario el Reino de Granada. Una fue la de lbn Hud que, logró dominar en toda la España Musulmana, salvo Valencia y Niebla. El otro fue Muhammad lbn Yusuf Ibd Nasr lbn al-Ahmar, jefe de Arjona que se sublevó contra lbn Nud en el año 1232.

La primera, apenas cuajó, como un copo de nieve que deshace su forma sin dejar rastro, la segunda, como el postrer destello de un sol próximo a ocultarse, fue la de lbn al-Ahmar. Este, con más suerte, florecería en la consolidación de un reino, el Nazarita de Granada.

lbn Hud fue enormemente popular y consiguió el apoyo del elemento hispanomusulmán. Algo demagogo y poco hábil políticamente, confió con exceso, incluso en aquellos que le traicionaron después. En poco tiempo había logrado ver implantada su soberanía prácticamente en todo Al-Andalus. Pero pronto se eclipsó el brillo de su estrella. Su poder, erguido sobre bases populares sin unidad ni cohesión, se requebró de inmediato.

Desaparecido a la nobleza y al ejército y las veleidades populares unidas a un espíritu de rebeldía, largamente alimentado, en época tan revuelta y levantista, hizo que aquellos mismos que con tanta ilusión le siguieron, después, le volvieran la espalda. Un proceso rápido de disgregación fue desmenuzando sus tierras como los pétalos de una flor que esparce el viento.

Su reinado fue corto, apenas diez años, y su gloria, efímera. Pero aún quedaba otro episodio por protagonizar, acorde, con tan singular personaje. Nos referimos a su muerte.

Fue su muerte un suceso extraño, trágico y propio de un héroe romántico, sobre quien se ensaña el destino.

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