Historia de Algarinejo (Época Musulmana)
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Tras la conquista militar, en el siglo VIII, del sur de la Península por parte de los árabes, quedan en el territorio de Algarinejo comunidades autóctonas formadas por mozárabes cristianos. Estos últimos protagonizaron un levantamiento, acaudillado por Omar ibn Hafsún, contra el poder del emirato de Córdoba, a causa de los excesivos impuestos que pretenden imponerles. Omar ibn Hafsún es un musulmán de origen mozárabe que terminó por abrazar el cristianismo. Con su propio ejército, entabla una guerra civil abierta contra el emirato de Córdoba en la segunda mitad del siglo IX, creando su propio estado cuyo cuartel general estaba situado en Bobastro, ciudad a orillas del Guadalhorce, en la provincia de Málaga. Algarinejo perteneció a este estado de mozárabes que resiste la presión de los ejércitos cordobeses y que es paso estratégico hacia la ciudad de Priego, una de las principales plazas del estado de Hafsún.
Con el fin de la guerra civil termina la aventura mozárabe de Hafsún y se impone el poder del victorioso emir de Córdoba Abderramán III. Bajo este periodo se produce un resurgir económico de Algarinejo y una reutilización de los antiguos caminos romanos. Sus habitantes son, sobre todo, ganaderos y agricultores que cultivan sus huertas en terrazas o paratas defendidas por una red de pequeñas fortalezas y torres vigías que se mantendrán operativas hasta el reinado de los nazaríes. Es bajo este contexto que se erige la Torre de Turrush (o Castillo de Cesna). El fortín es ocupado por militares de origen sirio, mercenarios a los que se otorgó este territorio en recompensa por haber participado en la guerra civil frente a los mozárabes. Los militares sirios controlaban desde este enclave el eje de comunicación Córdoba-Granada, vital para asegurar el tránsito de mercancías entre las dos ciudades más importantes de al-Ándalus. Bajo el dominio del califato cordobés surgen también pequeñas alquerías que son el germen de muchas de las actuales aldeas, como es La Viña, Fuentes de Cesna, El Raso, El Chite, o el propio Algarinejo.
El Poniente Granadino, como entidad territorial, se integró como unidad geográfica, política y administrativa del reino nazarí en el siglo XI.
Es en este periodo, entre los siglos X y XI, cuando se configura el poblado andalusí de Algarinejo. En realidad se trata de una pequeña alquería o qarya relacionada con el trasiego y control del paso de ganados. Sus viviendas se disponen en la ladera de la colina de forma aterrazada, flanqueando calles que forman anillos concéntricos. Está protegida por una muralla y por la defensa natural de dos ríos que la circunvalan: el río Turca al sur, y el arroyo Morales al oeste.
Bajo el reinado nazarí, Algarinejo se convierte en uno de sus baluartes defensivos más importantes, al estar situado en la frontera con los dominios castellanos. Durante 300 años se mantuvo la frontera entre ambos estados, entre los inicios del siglo XIII y finales del siglo XV. Era una frontera inestable pero, a la vez, permeable al intercambio de productos y al trasiego comercial a través de la red de caminos romanos ya establecida y a la construcción de puentes y otras vías de comunicación nuevas donde se gravaban a las mercancías con fiscalizaciones e impuestos sobre el movimiento de ganados, la principal base económica de la zona en estos momentos. Este frenético mercado de frontera hizo que el lugar estuviese bastante poblado, una población que aumentó con la emigración hacia Algarinejo de andalusíes procedentes de las tierras del norte conquistadas por los castellanos.
En el siglo XIV, los antiguos castillos y atalayas califales de su territorio son reforzados por el sultanato nazarita, que finalmente no resiste la presión de los conquistadores cristianos.
Las huellas de este periodo andalusí persisten aún en el trazado urbano de Algarinejo, en la existencia de puentes, tramos de murallas, molinos, cuevas, un magnífico torreón, así como una espléndida alberca todavía en uso y en muy buen estado de conservación. Pero, también fue una época muy fructífera para el medio rural.
El periodo árabe tuvo mucha importancia para el medio rural, donde fueron aprovechadas y mejoradas las obras hidráulicas de la etapa romana: presas, molinos y canales, y se fueron creando unas complejas redes de acequias. Los andalusíes fueron unos magníficos agricultores, cultivando cereales, leguminosas, olivo y vid. Trajeron hortalizas y frutales de las tierras de oriente, e introdujeron la práctica del injerto. Igualmente cultivaron la música, el arte de la cetrería, la medicina y las matemáticas.
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