Historia de Algarinejo (Siglos XVIII y XIX)

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Durante este periodo la agricultura comienza a situarse a la cabeza como principal fuente económica de la localidad. El cultivo del cereal es desplazado por el olivo, ocupando éste terrenos adehesados que tradicionalmente eran destinados a la ganadería, una actividad que queda relegada a un segundo plano. Las grandes fincas o posesiones de tierra aún siguen siendo significativas en el señorío de Algarinejo, donde corresponde a la nobleza la construcción de uno de sus edificios más costosos y emblemáticos: la iglesia parroquial de Santa María la Mayor. Sin embargo esta tendencia comienza a desarticularse en el siglo XIX, con las desamortizaciones de las propiedades que sufre la iglesia, con las expropiaciones y actuaciones de ordenación rural, y con las fragmentaciones de las fincas por herencias.

En el siglo XIX, según escribe Pascual Madoz en su Diccionario geográfico, estadístico, e histórico de España y sus posesiones de ultramar (1845), Algarinejo es una “Villa con ayuntamiento de la provincia, diócesis, antiguo territorio y Capitanía General de Granada, partido judiciario de Montefrío, y administración de rentas de Loja”. Es una villa social y económicamente importante, con una población de 4.383 habitantes y una capacidad de producción de 14.354.016 reales, riqueza basada en la producción agraria y en la transformación de estos productos. Según Mádoz, Algarinejo destaca en la producción de trigo, uva y aceite, aunque también “se cosecha cebada, nabos, escaña, lentejas, yeros y otras semillas maduras”, “hay montes que producen abundante bellota, algunos nogales, ciruelos, manzanos, almendros, perales selvos, naranjos, guindos y albericoques”, junto con la “cría de ganado lanar, cabrío, de cerda, mular, caballar y asnal, liebres, perdices, conejos, palomas, pavos, y gallinas”.

Junto a las 3 posadas que indica Pascual Mádoz, cuenta Algarinejo con “telares de lienzo comunes en muchas casas, 10 molinos harineros, un batán, y 5 molinos de aceite”. “Hay 7 alambiques de aguardiente, 4 fábricas de jabón, un tejar, una fábrica de paños propia del conde de Luque con 3 telares de los que el de paños finos está arrinconado, hay otros 5 en casas particulares, en todos se elaboran paños pardos de mucha duración y consistencia, de los cuales se surte la gente del campo de la villa y pueblos comarcanos”.

A finales del siglo XIX, los molinos de cubo para la molienda del cereal, accionados con la fuerza del agua, son sustituidos por fábricas harineras movidas por electricidad. Se crean otras industrias como jabonerías, numerosas almazaras, y fábricas de gaseosas, por la calidad de sus aguas.

El agua es un elemento muy presente en la localidad. Según Pascual Mádoz, “por medio de casi todas (las calles) descienden arroyuelos por atajeas o canales descubiertos, que a la salida del pueblo van a desaguar en los arroyos que lo circundan”. En esta época existía una plaza, también descrita por Mádoz, notable por su extensión y simetría, la cuál poseía en su centro una copiosa fuente rodeada de álamos negros y asientos de piedra tosca.

La sociedad es profundamente religiosa. Continúa Pascual Mádoz señalando que “el clero lo componen un cura párroco, dos tenientes, dos acólitos y un organista”. Existían numerosas cruces repartidas por el término municipal a las que se veneraba, como la del Cerro de la Cruz, La Cruz de la Peiná, o la Cruz del Bujeo, y numerosas ermitas en los alrededores del pueblo. Señala Mádoz que en el camino que conduce a Priego de Córdoba, a la salida de la población, existía una pequeña ermita conocida como “Santita”, donde se celebraba misa a una imagen muy milagrosa de Nuestra Señora de los Dolores. Otra pequeña ermita se encontraba a mitad de la cuesta del cerro Calvario, bajo la advocación del Santo Cristo de la Vía Sacra.

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