Fuentes de Cenes de la Vega

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La Fuente La Pita en Cenes de la Vega
La Fuente La Pitilla en Cenes de la Vega

Hasta los primeros años de la década de los 70, Cenes de la Vega, como el resto de poblaciones rurales carecían de agua potable en sus fuentes, y mucho menos dentro de la viviendas. Cenes a finales de los años sesenta instaló la primera fuente pública situada en el Barranco de Cenes que lleva el nombre del pueblo, posteriormente se ubicaría otra en la Plaza de la Iglesia, para ir instalándose poco a poco en los diferentes hogares de la población, que apenas superaba los 900 habitantes. Con anterioridad a estas fechas, Cenes se surtía de varios manantiales que hoy en día continúan en su lugar de origen, preservándose del paso del tiempo.

Las fuentes de la Pita y de la Pitilla, situadas en el margen izquierdo del río Genil, fueron y siguen siendo las fuentes más visitadas por nuestros antepasados y por los actuales vecinos de Cenes.

La Pitilla, según los expertos, es un agua cuyo consumo da apetito. Está ubicada entre frondosos árboles, cuyas aguas nacen en las entrañas de la montaña que la cobija, recibiendo su nombre, por la colocación de una pita para la obtención de ésta a su salida de la montaña y al escaso caudal que de ella brota.

La Fuente de la Pita, situada en la misma ladera que la Pitilla, equidistante a unos mil metros de ésta, emana un caño de mayor caudal, y fue el verdadero cauce del abastecimiento que Cenes poseía hasta los años 70, sin olvidar el Pozo de Calderas o la Fuente del Cojo.

Ambas fuentes, La Pitilla y La Pita, se encuentran ubicadas en un lugar privilegiado, al haber permanecido siempre en la montaña, rodeadas y cubiertas de grandes árboles de mimbres, choperas, zargatillos y zarzas. Durante los años sesenta, se convirtieron en un lugar romántico al que acudían los enamorados.

Miles de personas se desplazaban de la capital los días festivos, junto a sus familias, llegándose a quedar durante las noches de fuerte calor a dormir en las choperas, cuyos suelos frescos y verdosos contribuían al descanso nocturno y a mitigar el calor estival del día.

Artículo de Jesús Sánchez Ubric

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