Viviendo en las Cuevas

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La apropiación por el hombre de un espacio que puede ser, en principio, inhóspito pone a prueba su capacidad de adaptación, su aptitud para crear una relación con ese lugar y, por añadidura, su facultad de colectivización y sociabilidad. Por otra parte, los impulsos que conducen a habitar determinados lugares varían con el tiempo y hacen evolucionar el concepto de adaptación anteriormente mencionado. Vienen al caso tales reflexiones ante la imagen de la cuevas habitadas de Monachil. Esta forma de asentamiento ha sido propia de los pueblos sedentarios y de grupos dedicados al pastoreo. Requieren unas formas muy favorables para ser excavadas y servir como vivienda: una orientación adecuada ( la mayoría al sur y suroeste), con objeto de conseguir la mejor climatización posible, eludir las aguas subterráneas para evita la húmeda, encontrar suelos compuestos de conglomerados, areniscas, margas y calizas que permiten ser trabajadas sin problema de derrumbes.. Pero las Collivas, como dicen lo gitanos, gustan mas a los queles.

Si bien, tradicionalmente han sido utilizadas como viviendas por las capas desfavorecidas y marginales de la población, hoy pueden encontrarse cuevas que son una opción vital para quienes desean una conexión mas estrecha con determinados ámbitos naturales y un estilo de vida perfectamente definido, alejado de los convencionalismos. Las cuevas siguen siendo así, un refugio, si bien buscado por diferentes objetivos. El correcto acondicionamiento permite coexistir a la piedra con la tecnología, a la vez que proporciona tranquilidad y recogimiento, experiencias que elevan la calidad de vida.

Des esta forma, las cuevas de Monachil dejan de ser un cobijo elemental y extremo para constituirse definitivamente en un hogar propiamente dicho, un entorno envidiable capaz de hablar por si mismo de las personas que lo habitan.

Hubo un tiempo en que las cuevas contenían mas monachileros que en el propio pueblo. Esta realidad termino con el relieve alpino de la zona y por la misma juventud geológica de Monachil, tras la quiebra en 1963 y el corrimiento de tierras que se produjo. El Barrio de Miraflores, el pago de la Umbría, tal como se conocían, pasaron entonces a la historia. Cabe preguntare se esta nueva realidad, que redujo a mínimos una forma de vida, que echó a sus habitantes de muchas de las cuevas hacia otros pueblos, ciudades o países, terminó con la resistencia, con la capacidad de adaptación del hombre. El tiempo parece que ha respondido negativamente. Quienes tuvieron que salir de sus cuevas y de sus tierras, marcharon a introducirse a otros ámbitos, a otras culturas, otras sociedades, a enriquecerlas y a compartirlas. Con el tiempo casi todos volvieron antes de que sus nuevas raíces se hicieran tan profundas como para que les impidieran el regreso; a los que no retornaron aún visitan su pueblo de vez en cuando. Fue cuestión de adaptarse a la circunstancias, igual que quienes se vieron empujados a la ocupación de aquellas cuevas lejanas ya en el tiempo; igual que hoy, otros eligen habitarlas para darle la razón al filósofo que afirmó sobre la inteligencia y la felicidad que ambas se demuestran en los que son capaces de sacar provecho y disfrute hasta debajo de la piedras.

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