Milagro en la santa Ermita
Milagro de la Virgen de las Nieves en la santa Ermita
Cuenta la anciana ermitaña que presenció un ejemplar milagro en aquella santa Ermita, hace ya bastantes años. Según refiere, un año, día de la Virgen de las Nieves, se presentó en tan sagrado recinto un desgraciado joven que, a consecuencia de unos dolores, andaba apoyando en dos muletas. Que al entrar en el Santuario de Nuestra Señora, se hincó, con muchísimo trabajo y no poco dolor, de rodillas frente al límpido cristal, a cuyo través se ve la bendita Imagen. Que apoyado en sus muletas, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón lleno de fe y de esperanza, empezó a implorar fervorosamente el auxilio divino de la Madre de los desamparados. Dice que no había transcurrido diez minutos cuando a presencia de la referida ermitaña, aquel devoto impedido, venido de pueblo lejano, dejó caer al suelo las muletas, y que impulsado por una fuerza extraña y milagrosa, se levantó del pavimento y poniéndose de pie, decía: ¡Oh Virgen milagrosa de las Nieves!; ¡bendito sea tu poder, como fue bendito de favor que acabo en este feliz momento de recibir de Vos, Señora!. Aquí os dejo, Madre mía, mis dos muletas en testimonio de la verdad de este hecho milagroso, para que cuantas personas os visitan en este vuestro Santuario, crean la veracidad de mis palabras.
En efecto, la Ermita posee entre las ofrendas que en su interior encierra, y pendientes de la pared, las dos muletas mencionadas, no pudiendo manifestar el nombre del joven que en ellas se apoyaba, debido a la falta de memoria de la ermitaña mujer ya torpe por la decrépita edad en que se encuentra.
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