Milagro de la Casería de San Pedro

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Milagro de la Virgen de las Nieves en la Casería de San Pedro


Hace más de veinticinco años, según refieren las gentes más ancianas de este pueblo, que en la puerta de la casería de S. Pedro, camino de la Ermita y propiedad del Sr. Marqués de Dílar, tubo lugar otro hecho milagroso de la Virgen, que por palpable que fue, dejó asombradas a cuantas personas tuvieron el gusto de presenciarlo. Cuentan que al bajar la gente de la Ermita con su Ijagen, en la mañana del día 15 de Agosto de aquel año, y cuando venían próximos a la puerta de dicha casería, se encontraba allí en unión de varios amigos forasteros, el rico bienhechos, entonces propietario de la mencionada casa de campo, D. Pedro Rogés y Santaló padre político del Sr. Marqués de Dílar.

Dicho Sr. D. Pedro, había regalado a la Virgen de las Nieves una hermosísima corona de plata, preciosa joya que en su día le ponen. Al pasar la bendita Imagen por frente de dicho Sr. D. Pedro, cayó de la cabeza del Niño que la Virgen tiene en sus brazos una pequeña corona de latón que llevaba, distinta en hechura y en valor de la de su Santa Madre, yendo a caer a los mismos pies del humanitario Sr. Rogés. La gente se apercibió de aquello, pero nunca llegó a creer otra cosa que la de que, por un brusco movimiento dado por los que traían las andas, había sido desprendida la corona del Niño; paran la Virgen frente a la misma puerta; vuelven a colocar la pequeña corona sobre la divina cabeza del Niño Dios, y ¿cómo quedarían los concurrentes y el religioso corazón de D. Pedro Rogés, al ver palpablemente que la corona cayó por segunda vez, y sin fuerza que la trepara, a sus mismo pies? ¡Milagro! ¡milagro!, repitieron mil voces a un tiempo, y milagro era. ¿Qué quería demostrar la caída de la corona ante la presencia del Sr. Rogés? ¿Por qué no había caído antes, ni después?. Ante aquel hecho milagroso y conmovedor. D. Pedro Rogés, emocionado y comprendiendo al momento la misteriosa causa de la caída de la corona a sus pies y en su misma puerta, dicen que pálido por la emoción que aquel suceso extraño infundió en su pecho, exclamó: Para el año siguiente llevarás, amado Niño, otra corona igual que la de tu Santísima Madre.

D. Pedro Rogés no olvidó su promesa y no esperó pasara mucho tiempo sin que el Niño de la Virgen de las Nieves tuviese sobre su divina cabeza una corona de brillante plata, igual que la de su Madre amantísima.

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