Los Tres Diamantes Negros
Cuenta la leyenda que el rey Muley Hacen, sintiendo que su fin estaba próximo, hizo llamar a su hijo el príncipe Abul Haxig a su retiro del castillo de Mondújar y recibiéndolo en su lecho de muerte le contó la historia de cómo un rico labrador llamado Al Hamar llegó a ser rey de Granada.
Fiel practicante de su fé, Al Hamar desesperado ante el avance cristiano oraba un día a Alá suplicando algún medio para detenerlos, cuando escuchó una fuerte voz, a la vez que se le aparecía un espectro que, entregándole tres diamantes negros de inigualable belleza, le hizo prometer que en la hora de su muerte los legaría a su sucesor, repitiéndose esto de generación en generación. Sólo de este modo la bandera del Islam ondearía para siempre en esta tierra.
Acabada su historia, Muley Hacen contó a su hijo cómo a causa de la inestabilidad que se respiraba en el reino y ante la amenaza de una posible guerra, había escondido los diamantes en una profunda gruta, en lo más alto de Sierra Nevada y dándole un pergamino con las indicaciones para hallarla expiró. Tuvo Abul Haxig sin embargo, la desgracia de caer en una emboscada, perdiendo el pergamino en la batalla y la vida pocos días después en brazos de su hijo Abú Abd Allah, no sin antes transmitirle el legado del abuelo. Así pues, comenzó a registrar la Sierra pero sin el pergamino era imposible encontrar la gruta y de este modo, el invierno vino sobre él, muriendo bajo sus heladas nieves. Se dice que el mismo día de su muerte Granada cayó en manos cristianas y que nadie pudo encontrar jamás los diamantes, que aun continúan ocultos en las profundidades de Sierra Nevada.
Principales editores del artículo
- Mari Cruz M. F. (Discusión |contribuciones) [2]
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