La memoria escrita
La escritura es el modo mas elaborado con el que los hombres fijan los sucesos de un momento histórico. Conservar los libros es una manera de conservar el recuerdo. En los libros está detenido el paso del tiempo y ellos hacen difícil el olvido. Parte de la memoria de Monachil esta escrita y diseminada en infinidad de libros. Leer esos libros es una manera de transmitirse a un tiempo ya pasado para conocer la vida diaria de los habitantes del lugar. El “Libro de Apeos”, por ejemplo, nos da parte de los repartimientos, deslindes y señalamientos de las tierra de Monachil y de la llegada de personas, oriundas de tierras muy lejanas, que vinieron a poblar estas tierras tras la conquista del Reino de Granada. Esos hombres y mujeres foráneos se convirtieron con el tiempo en los progenitores de los actuales habitantes de Monachil.
Tras la conquista del reino nazarí y la consiguiente ruptura de la sociedad, la corona de Castilla trató de poblar el Reino de Granada con andaluces y otra gentes originarias de los diversos reinos del norte peninsular: castellanos, aragoneses, gallegos, etc. A estos hombres y mujeres de otras tierras se les llamó “los nuevos pobladores”; con ellos se organizó de inmediato la nueva sociedad; pocos moriscos quedaron de momento en Monachil, pues no se encontró ningún perito para la delimitación del término, aunque tenemos los nombres de algunos, como Venegas Pintor Granada, Alonso y Diego de Zacarías que, por los nuevos nombres que tienen, parece que serían convertidos.
Los Concejos de Población, como el que se formó en Monachil, será una institución transplantada desde Castilla, formados por nobles y claro, pero llegaron ya evolucionados a Andalucía, participando en ellos los pobladores; pero la política centralizadora castellana no favorecía la autonomía municipal, por lo que el concejo está controlado por los nuevos pobladores “en nombre del rey”, estando sus decisiones pendientes de su aprobación.
El repartimiento de tierra se hizo con los bienes de los moriscos huidos o de los que se quedaron convertidos, pero fueron juzgados y condenados por la Inquisición como “Herejes”, una de cuyas penas era la confiscación de los bienes. Las “suertes” eran lotes de tierra y casas, y constituían una unidad de reparto “de partida” pues alguna suertes se dividían y subdividían a juicio del concejo. Con ellas se procuró que cada uno tuviese parte de riego, de secano, arboles, casas, etc.. Estas son las circunstancias del reparto: tenían que pagarse un real de censo perpetuo por cada casa y el diezmo por las tierras; los pobladores habían de venir de fuera del Reino de Granada y llegar a ser la mitad de los vecinos que había; no se perdió lo que tenían los “cristianos viejos” o lo que tocó a la iglesia, ni la Habices que pasaron a la corona; las suertes habían de ser iguales; debía de hacerse un libro de deslindes de suertes y casas; se señala cómo se ha de hacer el reparto: se exige que haya un libro con todo esto anotado y que se haga en presencia del “Justizia” o juez; la iglesia también tenia que pagar censo, pero debían dársele maderas; que los pobladores debían de tener espadas o arcabuces para defenderse; debían quedarse las costumbres de la tierra en riegos, arboles, etc.; se dan normas para el aprovechamiento del agua y para hacer eras, egidos y dehesas boyales; los hornos de pan pasan al concejo; la almadrabas (tejares) se darían a quien supieran manejarlas; no debían cortarse arboles frutales, etc., etc.,
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