Iglesia de la Encarnación (Monachil)

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Como tantas otras parroquias de la Diócesis de Granada, la de Monachil fue fundada en 1501 retomando la tradición cristiana del lugar, impregnada de fuertes reminiscencias romanas, visigodas, islámicas y judías; presentes estas ultimas por la base arquitectónica que dispensa a la actual iglesia el precedente de la mezquita mayor invadida física y espiritualmente a través del nuevo culto: restaurada y construida finalmente en el siglo XVII.

Aunque puedan apreciarse las diferentes fases y los retoques a los que se alude, queda clara su ascendencia mudéjar, datada por los elementos decorativos de las mismas pechinas angulares o de la capilla mayor, (cuya armadura sobrepasa en mérito y antigüedad a elementos como el coro y la cárcel), delatada por sus maderas talladas con finas formas vegetales.

La torre, sencilla, minada delicadamente por ventanucos que crecen en altura a medida que se alza la mirada , vanos que pasan del cuadrado al rectángulo y acaban por adoptar el también sobrio arco de medio punto, alberga la sacristía en las cercanías de la base y, al otro extremo, junto a tejado, las citadas aberturas se encuentra por las caras de la atalaya para liberar el timbre de la vieja campanaría y permitir, quizás, albergue a las palomas que rondan por su mampostería.

La iglesia de Monachil es historia viva del pueblo, mucho mas que un vestigio. Es testigo, prueba y referencia para su historia: de la convivencia entre cristianos y musulmanes y sus culturas; de las epidemias y las enfermedades que alguna vez asolaron esta tierra; de los estragos de la Guerra Civil; de los apellidos que se sucedieron a si mismos durante siglos y de los que regentaron por primera vez el municipio; de la cohesión a lo largo de los años de las Cofradías que aglutinaron la fe y embocaron a todos los vecinos durante sus celebraciones, como las de Semana Santa, capaces de llenar este templo atraídos por el deseo de oír los sermones que recitaban sacerdotes vecinos de otras Diócesis.

Todo esto aconteció ante el Altar Mayor, una suma de oficies por las que han desfilado innumerables espectadores con mayor o menor vocación desde el año 1583. Sin embargo, la disparidad de las procedencias que se comentaba respecto a la totalidad de la iglesia, se refleja también en el mismo altar: una inserción de elementos mas antiguos en un espacio iconográfico propio del Renacimiento; un Santísimo añadido durante el barroco (siglo XVII..). Testimonios históricos, custodiados por los atributos de San Pedro y San Pablo, los Juanes Bautista y Evangelistas, del Calvario, San Benito y San Jerónimo, salidos con toda probabilidad de los pinceles manejados en el taller Pedro Muchaca por su hijo y por su discípulo mas aventajado, otro Juan añadido a la retahíla por el mañoso Juan de Palenque.

Forma parte de su leyenda el supuesto desposorio celebrado en la Iglesia parroquial de Monachil entre la hija de Moctezuma y su descendiente de la familia Pérez Valiente. Quizás no se pueda, en estos momentos, apreciar con nitidez la diferencia entre certeza y mito encerrada en tal afirmación. La boda parece constar en los libros de registro de la Parroquia si bien la dificultad de la traducción que, obvimanete, presenta el castellano antiguo conservado en estas anotaciones (echas con letra, tinta y papel de la época) pudiera haber conducido a la consideración equivoca de este dato. En 1974 una Doctora de la Universidad de Lérida se dirigió al ayuntamiento de Monachil con el objeto de recabar datos sobre este tema, así como para que se autorizara y facilitase su investigación y estudio con fin de elaborar una tesis Doctoral si no definitiva, al menos clarificadora. Desgraciadamente no ha llegado a Monachil constancia de estos estudios, si es que llegaron a realizarse o finalizarse. Restaría, pues, la tarea de indagar sobre estos hechos con el objetivo de conseguir algún día elucidar tal incógnita. Sobre ella planea, no obstante, un rastro, un inicio para alimentar la especulación: un cuadro que puede verse al lado del Altar Mayor de la iglesia, encima de su púlpito. Según se puede saber en la parroquia, es una pintura donada por el propio monarca azteca para perpetuar la memoria de su hija en el sitio donde tubo lugar el enlace. Y, ciertamente, se despierta la curiosidad al contemplar sus adornos de piedra y las tonalidades propias de un estilo que entronca con la maneras pictóricas sudamericanas. Aunque a la vista de tal retrato, no cabe por menos pensar que, efectivamente, Moctezuma consiguió su propósito: que se recordara por siempre aquellos singulares hechos, quizás, novelescos, acaso históricos, siempre fascinantes.

Esta parroquia, como hemos comprobado, es fuente inagotable de consideraciones para el entendimiento, el espíritu y la leyenda. Sus bienes son desde este punto de vista, inmensos.

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