El Pastoreo y los animales de carga

De Granadapedia
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El pastor, al igual que hicieron su antepasados, repitiendo los mismos gestos, marchando a las cercanías de la Zubia en busca de pastos o llegaban a las dehesas próximas y privadas de Sierra Nevada, hasta sus valles y hoyas alpinas; que trashumaban hacia las zonas costeras de Málaga o de la menor, aquel que ha permitido a las familias durante siglos tener ingresos con la venta en la capital de carne, la leche y la lana. Quizás se acuerde de los tiempos en los que las ovejas y las cabras del municipio sumaban hasta 15.000 cabezas (hace apenas cincuenta años) y aún en los cortijos se disfrutaba en el invierno con la matanza, no es en vano San Anton el patrón de estas tierras. Tiempos en que un pastor cuidaba de sus propias reses y abonaba sus tierras con el estiércol producido por ellas o les contrataban los ganaderos y cortijeros que pagaban de la forma más práctica posible con el propio surtido que era la jatería para servirse de todo lo útil, monedas, aceite, semillas, harina..

Hoy en día, la ganadería en Monachil es una actividad residual, con pocas familias dedicadas a ello. La leche dejó de venderse puerta a puerta y la producción que hay es comprada por los grandes productores lácteos; la lana ya no es un producto tan solicitado como en antaño y solo la carne ovina mantiene una demanda significativa.

Mucho han cambiado las cosas desde esa primera ocupación cristiana de estas tierras, que la Corona tuvo que proteger (sobre todo la de regadío) del crecimiento ganadero. Así hubo que llevarse el ganado a la zona montañosa y así quedan una colección de términos toponímicos que dotaban de importancia de los ganados y la dehesa por estos lares: el pago Camal Mohfa, lugar sombrío y generoso de pastos; Al-Batan o piel en cuero; Al-Bacar el boyero; Marchaplanos , recuerdo de prados llanos.

El pastor camina con la mirada baja, con el gesto cansado, quizás por la jornada y el sol. El pastor no necesita apoyarse en el cayado ni tampoco acecha la marcha de su rebaño, confiando que le seguirá dócilmente. La gorra, ladeada, parece ser su mejor escudo; las alpargatas, el zurrón, la verdadera compañía; el pensamiento, rodeado por la amistad de los recuerdos, quizás marche sobre otra hora apartada para siempre de la marca en ese mismo instante su reloj.

También se llenaron estos caminos de animales de carga, que marchaban por los caminos de los neveros, las sendas que unieron Granada y algunos pueblos de sus alrededores con las altas cimas de la Sierra. Por ellas se trasladaba por las noches de verano, la nieve que se debía consumir en la población. Desde los tiempos de la dominación árabe se instauró este singular trasporte y su respectivo comercio, de tal forma que la reiteración del correspondiente acarreo y del tráfico de bestias por las mismas veredas marcó sobre piedra una huella visible, utilizada hasta por los montañeros. El principal camino de los neveros partía de la avenida de Cervantes, pasaba por el Rebite, atravesaba el Purche y concluía su primera parte en la cota 2.000 del Dornajo. Desde este punto la senda corría paralela a la actual carretera hasta los Peñones de San Francisco. La subida al Veleta, o al lugar donde hubiese nieve más próxima, se hacia ya en linea recta.

Volviendo a la bestia, véase la utilidad de su especie hoy en extinción a pesar de su frugalidad y rendimiento (era suficiente alimentarla con higos mas o menos secos según fuera el estado de su dentadura) y antes también de que los tranvías, los autobuses y los coches acabaran con su reinado, pues tiempo hubo en que, igual que hoy se ven en algunos sitios ramblas secas cubiertas de automóviles aparcados durante las mañanas de mercado, eran la burras y los burros los que esperaban el termino de las compras y cambalaches. Pero a lo que se iba: recordemos, a modo de homenaje, a los descendientes de estos animales que llevaron sobre sus lomos cuadrillas de braceros hasta la labrantías (campo o tierra de labor). Aquellos animales venidos de Dúrcal o Padul hasta la sierra con objeto de bajar por madrugada, en la época en que se arrancaban de los hoyos donde eran enterradas para que las mismas bestias no se las comieran, la cosecha de patatas.

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