José María Castillo
Don Jose María Castillo Sánchez, más conocido com el Padre Castillo, nació el 16 de Agosto de 1929 en Puebla de Don Fadrique, jesuita, sacerdore y profesor de teologia dogmática. Fué nombrado hijo predilecto de Puebla de don Fadrique el 3 de Agosto de 2010. Su padre, Venancio, hijo del tío Juan, el de Las Pocicas; su madre, Lamberta, hija de Emilio, el del Saladillo. Aquí, en la Puebla, nacieron tres hermanos: Juan, que murió joven (en 1971), Emilio, que es jesuita, también como él, y el más pequeño que es Jose Maria. Más tarde, ya en Granada, nació otro hermano Venancio. En 1929, año en que nació corrían malos tiempos. El 29 fue el año de “la gran depresión”, la primera gran crisis del capitalismo mundial. En España, el año 1929 fue el de la agonía de la dictadura de Primo de Rivera, el pre-anuncio del hundimiento de la monarquía, en 1930, y la entrada de la II República, en 1931. A partir de entonces, años de crispación y violencia, el enfrentamiento de las “dos españas”, hasta desembocar en la crueldad de la guerra civil del 36, con más de un millón de muertos. La primera gran lección que recibió de sus padres y que ha marcado su vida fué la lección del respeto. Su vida se ha marcado siempre por el rechazo visceral al fanatismo, a la intolerancia, a cualquier forma de pensamiento dogmático o su equivalente, el pensamiento conservador e integrista. En una conferencia realizada en Puebla de don Fadrique en Agosto de 2010 decia: "No soporto la pretensión de quienes van por la vida con la ridícula intención de forzar a los demás a que sean distintos de como son. Quizá en este rechazo mío hacia cualquier forma de pensamiento dogmático radica la explicación más lógica de los serios problemas que he provocado y he tenido que soportar en los muchos años que he vivido como jesuita, como sacerdote y como profesor de teología dogmática". En Abril de 1931 sus padres se fueron a vivir a Granada, pero Granada tampoco fue, en aquellos años, una ciudad de paz y sosegada convivencia. Cuatro quemas de conventos y luego la brutal represión que costó miles de vidas humanas.Para él, la experiencia de la guerra resultó particularmente dura porque sus padres, pocos días antes del 18 de julio del 36, lo mandaron a pasar el verano con los abuelos paternos, que entonces vivían en el cortijo del Burrezo. Y allí, en el cortijo, pasó los tres años de la guerra, sin saber nada de sus padres.
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