Revolución campesina de Loja

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El Alzamiento

Rafael Pérez del Álamo

El 28 de junio de 1861, el veterinario nacido en Loja, Rafael Pérez del Álamo, al frente de un extenso puñado de jornaleros se subleva contra el depostismo de la reina Isabel II (regente entre 1833 y 1868) y su brazo ejecutor, el militar natural de la misma localidad y Presidente del Gobierno, General Narváez.

Ese día toman el cuartel de la Guardia Civil y el Ayuntamiento del pueblo cordobés de Iznájar, sin que las autoridades locales ofrezcan demasiada resistencia. En este pueblo emiten un bando donde dejan claras sus intenciones que no son otras que someterse a las leyes de la democracia y la pluralidad, y con banderas republicanas en ristre hacen un llamamiento en favor de su causa y de la libertad.

Al día siguiente, 29 de junio de 1861, (según otras fuentes sería el día 30) marchan sobre la localidad natal del revolucionario, Loja, en el poniente granadino, donde les espera una caterva de hombres armados, la mayoría campesinos pero también artesanos y pequeños comerciantes, uniendose a ellos, y formando un ejercito del que se estiman son 10.000 los miembros. Asaltan y saquean la población y hacen un reparto precipitado de las tierras de los grandes terratenientes en favor del campesinado.

La sublevación se había gestado en secreto días anteriores, y es llamada "del pan y el queso" y pronto se extiende a importantes poblaciones como Archidona (Málaga) y otros de la misma provincia granadina, como Illora, Huétor Tájar y Alhama de Granada. Lo que se pretendía un levantamiento generalizado parece que se va consolidando en esas primeras horas.

Antecedentes

Ya en el año 1857 comienzan las primeras protestas de los campesinos en Utrera y El Arahal, en la provincia de Sevilla, debido a las malas condiciones de vida de los campesinos, que demandan un reparto justo de las tierras, y cuyas expectativas con la ley de la desamortización se están frustrando.

Los Motivos

En general la sublivación tiene sus orígenes en las condiciones penosas del campesinado andaluz, arrastrada durante siglos, y acrecentado por la materialización de una ley impulsada por Godoy en el siglo XVIII y que no terminaría hasta el primer cuarto del siglo XX. Es el llamado proceso de desamortización, impulsado por los liberales durante el gobierno de Isabel II, y que consistía en poner en valor productivo, los bienes y tierras no productivas que estaban en manos de dueños que no las explotaban, como órdenes religiosas y la nobleza.

Esta ley intentaba crear una clase media de labradores que no fueran solo jornaleros sino también propietarios de las tierras que trabajaban. Para ello fueron puestas a subasta pública no solamente terrenos con éstas características sino tambien espacios comunales. Además debido a éstas transacciones el erario público obtenía unos ingresos de los que estaba muy necesitado, con los que pretendía amortizar los títulos de deuda pública, de ahí el nombre de desarmortización.

Aunque estas medidas dieron algunos frutos, sobre todo por parte del Estado que se embolsó una ingesta cantidad de millones de reales, algunas desigualdades no hicieron sino acrecentarse. Los latifundios fueron adquiridos por señores propietarios a veces ajenos al sistema productivo agrario, y por tanto el latifundio salió reforzado. Las parcelas mas pequeñas no interesaban sino a los pequeños jornaleros que carecían de recursos para adquirirlas. Muchos ganaderos y pequeños campesinos se vieron también afectados porque se pusieron a la venta terrenos comunales de los municipios, quedando muchos recursos de pasto y leña también en manos privadas.

El fin de la Revolución

El día 3 de julio de 1861 la Comandancia General de Granada desplazó hasta Loja un ejercito de fuerzas armadas, desrrollándose en la localidad una batalla a fuego e hierro. Durante todo el día corrió la sangre por las calles de la localidad, pereciendo muchos, otros huyendo, pero un gran número de los sublevados se dirigieron con redoblado ímpetu hacia la capital de provincia, Granada, donde esperaban el amparo de otros combatientes. A medio camino, en la localidad granadina de Las Pilas, este grupo fue emboscado y capturado, no llegando a cubrir sus objetivos.

Al día siguiente, 4 de julio de 1861, la rebelión en Loja fue totalmente sofocada, y ese mismo día se ajusticiaron por el método del fusilamiento sumarísimo, a cerca de 120 combatientes según datos del registro oficial, mientras que otros fueron deportados, y el resto capturados y mandados a prisión. El cabecilla, Rafael Pérez del Álamo, pudo escapar hasta la capital de reino, Madrid, donde posteriormente fue apresado. La reina Isabel II fué forzada al exilio en Francia tras la revolución llamada la Gloriosa, de 1868, y tuvo que abdicar en favor de su hijo Alfonso XII el 25 de junio de 1870. Un año después de los acontecimientos de Loja, durante una visita a Andalucía, la reina amnistió a todos los implicados en la sublevación de 1861, incluido el cabecilla Rafael Pérez del Alamo.

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